Puede que no se den cuenta, pero a partir de hoy, algunos abonados a Internet de gama alta de Chattanooga, Tennessee, encenderán sus ordenadores y empezarán a navegar por la Web a un gigabit por segundo, diez veces la velocidad a la que están acostumbrados. Para finales de mes, unos 39.000 residentes de la zona verán cómo sus conexiones de gama media se vuelven el doble de rápidas, pasando de los 50 megabits por segundo actuales a 100. Mejor aún, la mayoría de estos clientes no pagarán ni un céntimo por la actualización.

Por eso, los residentes de la ciudad tienen que agradecerle a una empresa inesperada: la empresa eléctrica de propiedad pública.

Las redes de fibra óptica de alta velocidad, que funcionan enviando datos como pulsos instantáneos de luz en lugar de señales a través de un cable metálico, se consideran generalmente un producto de telecomunicaciones. Google también se ha sumado al juego, al activar la banda ancha de última generación en Kansas City, Kansas. Pero en lugares donde no es fácil acceder a ninguna de ellas, los gobiernos municipales se han encargado de construir sus propias versiones de Google Fiber.

Se trata de un modelo que ha demostrado ser exitoso en Chattanooga. Allí, el esfuerzo por llevar banda ancha barata a las masas comenzó como un simple problema de ingeniería: la compañía eléctrica de la ciudad, EPB, necesitaba una forma de que sus sistemas monitorearan y se comunicaran con los nuevos equipos digitales que se estaban instalando en la red. Mientras tanto, el ayuntamiento se estaba enterando de que las compañías de telefonía y cable más grandes del país no comenzarían a prestar servicios allí hasta dentro de una década o más.

EPB se convirtió así en un proveedor de servicios de Internet. Ahora opera alrededor de 12.900 kilómetros de fibra para 56.000 clientes de Internet residenciales y comerciales. Con el lanzamiento de hoy, el servicio de gigabit costará 70 dólares al mes, en comparación con los 300 dólares mensuales del año pasado. El sistema ha obtenido consistentemente buenas calificaciones en DSLReports, el venerable centro de Internet para comparar servicios de banda ancha.

"Lo que esto nos da hoy es la capacidad de poner 10 gigabits por segundo en cualquier hogar o negocio en nuestro territorio de servicio", dice Harold DePriest, director ejecutivo de EPB. "Podría ser una fábrica o un edificio de oficinas, o podría ser un remolque en un pequeño terreno en la parte trasera de Soddy Mountain".

Las redes de fibra óptica municipales son relativamente escasas. Según Christopher Mitchell, un defensor de la banda ancha pública en el Institute for Local Self-Reliance, con sede en Minneapolis, apenas 2.000 ciudades cuentan con servicios públicos de electricidad. De ellas, 400 tienen algún tipo de red de banda ancha, y solo 150 tienen redes de fibra óptica que abarcan toda la jurisdicción.

DePriest me dice que la red de fibra de EPB es "un gran centro de ganancias". En los cuatro años que el servicio ha estado activo, la empresa de servicios públicos ha aumentado sus velocidades de gama media tres veces: de 15 Mbps a 30 Mbps, de 30 Mbps a 50 Mbps y ahora de 50 Mbps a 100 Mbps. Alrededor de 2.500 usuarios de élite disfrutarán de velocidades de 1 gigabit a principios de octubre.

Sin embargo, el cliente de fibra más importante de EPB es EPB. La compañía eléctrica ha conectado su red de fibra óptica a la red inteligente local, que incluye 170.000 medidores eléctricos inteligentes que envían información a la empresa a través de Internet cada 15 minutos. La red también incluye 1.200 conmutadores que pueden enviar energía por la red en cualquier momento.

Esas capacidades se vuelven cruciales en medio de una tormenta, dice DePriest. Los interruptores permiten a la empresa enviar energía a una zona dañada, manteniendo iluminadas las casas de la mayoría de los clientes en lugar de tener que dejar sin suministro a franjas enteras de la ciudad debido a unas pocas líneas caídas. Además, los medidores inteligentes pueden indicarle a EPB exactamente dónde está el área problemática, lo que significa que DePriest no necesita enviar cuadrillas con tanta frecuencia en viajes especulativos.

"Normalmente, tengo un presupuesto de dos millones de dólares al año para horas extra", afirma DePriest. "Ahora creemos que podemos ahorrar un millón al año".

¿Valen la pena esos ahorros? Según Brian Dietz, de la Asociación Nacional de Cable y Telecomunicaciones, en muchas ciudades las matemáticas no cuadran, lo que explica por qué la fibra óptica municipal no es más común. Incluso si las grandes empresas de telecomunicaciones no tienen presencia, algunas ciudades ya cuentan con el servicio de compañías de cable más pequeñas que funcionan bien para la mayoría de la gente.

Las ciudades tienen que hacer un gran esfuerzo para llevar a cabo la instalación de fibra óptica. Chattanooga gastó 330 millones de dólares en su nueva red, recaudó 220 millones de dólares en bonos y obtuvo 111,5 millones de dólares en fondos de estímulo federal. (El dinero de Washington fue como la guinda del pastel; cuando EPB presentó la solicitud, ya había alcanzado sus objetivos iniciales y con los fondos adicionales redujo un plan de construcción de 10 años a tres años.) En el camino, EPB libró varias batallas judiciales con Comcast y la asociación de cable estatal. Incluso antes de todo esto, Chattanooga tuvo que presionar al gobierno estatal para obtener permiso para permitir que EPB participara en el mercado de telecomunicaciones.

"Hay 19 estados que dificultan a los gobiernos locales hacer esto", dice Mitchell. "Hay obstáculos que dificultan o imposibilitan la creación de estas redes locales".

En otras regiones como Longmont, Colorado, las compañías de cable tradicionales consideran la fibra municipal como una amenaza y han gastado cientos de miles de dólares impugnando el servicio en medidas electorales de la ciudad.

Para entender por qué las compañías de cable se resisten tanto, es útil entender un poco su modelo de negocios. Como las áreas urbanas densamente pobladas son más rentables que las áreas rurales escasamente pobladas, las compañías de cable subsidian los mayores costos del servicio rural con los ingresos de las ciudades, dice Fred Campbell del Competitive Enterprise Institute. Si se eliminan los ingresos urbanos de las compañías de cable, es posible que ya no puedan financiar el servicio rural.

Si no abandonan los mercados más costosos, las grandes compañías de cable podrían ceder parte de su territorio a las compañías más pequeñas, cuyas operaciones están parcialmente subsidiadas por las tarifas que aparecen en todas nuestras facturas de telecomunicaciones. Parte de esas tarifas van al Fondo de Servicio Universal, que la Comisión Federal de Comunicaciones ha utilizado como una forma de expandir el acceso a la banda ancha en todo el país.

Campbell y Dietz coinciden en que en lugares donde no existe el cable tradicional, las ciudades podrían tener buenas razones para iniciar su propio proyecto de fibra. Y, de hecho, las comunidades que han construido redes de fibra por sí mismas a veces se sienten resentidas por ello, principalmente porque significa que los grandes proveedores de servicios las han pasado por alto.

"Esto no es algo que la mayoría de los gobiernos locales realmente quieran hacer", dice Mitchell de ILSR. "Chattanooga es uno de los pocos. La mayoría de los gobiernos locales han creado estas redes locales porque sintieron que debían hacerlo... para mantenerse económicamente fuertes".